julio 6, 2024
Moda y Estilo de Vida

GLOW 21 Emily es lo peor de «Emily in Parys» por Valeria Camacho

La última vez que nos encontramos un nuevo año estaba por comenzar, mismo que cada 31 de diciembre nos colma de esperanza y emoción por ver las nuevas aventuras que nos deparan: y una de las primeras en mi año fue… tener días sin nada qué hacer. En uno de ellos me predispuse a ver alguna película o comenzar una serie, aunque he de admitir, tampoco es como que tuviera muchas ganas de una trama complicada o que requiriera de mi total atención al estilo de Dune. Fue entonces que Netflix me proveyó la respuesta a mis plegarias: la segunda temporada de Emily in Paris, la cual no consideré como una posible opción hasta que recordé lo ‘importante’ que es la moda para esta serie y, por ende, la relevancia que significaría para esta columna al ser una de las producciones exitosas de la plataforma.

Y es que algo que he notado desde la primera temporada es que esta serie me genera grandes confusiones en vastos tópicos de la misma: desde las incongruencias en el guion hasta la moda per se. No obstante, creo que en esta segunda entrega sí que escucharon a su audiencia en cuestiones como los estereotipos hacia los franceses, las escasas escenas en francés o el poco interés de Emily (Lily Collins) en aprender este. Sin embargo, ello no quiere decir que se trate de un producto de calidad, ya que uno de los principales problemas que sigo encontrando es su lejanía de la realidad. Esta fantasía está presente en diversos aspectos, de los cuales hablaremos después, que en ocasiones nos impiden conectar con la serie y sus personajes.

Pero antes de ahondar en la fantasía comentada, recordemos que la encargada del diseño de vestuario es nada más ni menos que Patricia Field, quien también lo fue en las icónicas Sex and The City y The Devil Wears Prada. Es entonces que no es de extrañar que nuestras expectativas fueran altas si se trataba de la creadora de Carrie Bradshaw, uno de los personajes más importantes en la relación televisión-moda. Sin embargo, tengo sentimientos bastante encontrados con su trabajo para Emily in Paris, y es que comencemos con que Emily no es un personaje con el que en realidad se pueda tener una conexión, ya que incluso en ocasiones puede ser ‘demasiado Emily’, tanto que cae en el punto en que nos desagrada. Y es que aquí retomo el punto del abuso de la fantasía: las cosas se dan tan fácil para la protagonista que no hay un momento en que logres empatizar. Quiero pensar que el personaje está intencionado para no ‘caer bien’ del todo al ser una estadounidense que no encaja en el ambiente francés. De ser así, entonces Patricia Field está haciendo un excelente trabajo transmitiéndolo a través de su ropa porque esos looks, en su mayoría, … son malos. Sin embargo, ya crearon un sitio para comprar prendas mostradas en el show, por lo que lo pasado resultaría un tanto incongruente si nos quieren vender ropa del personaje que viste ‘feo’.

Y ahora, no es como tal que Emily tenga un ‘mal estilo’, es solo que en la gran mayoría de ocasiones es… ¡demasiado! Me da la sensación de que quieren crear una nueva Carrie Bradshaw, pero es que aquí no logra funcionar esta idea de ponerle encima un montón de prendas y que luzca bien. Y esto también va con la incongruencia del personaje mismo con su estilo propio: a Carrie le va bien esta forma de vestir tan colorida porque su personalidad es espontánea, divertida y desorganizada. Emily no lo es, incluso en la serie se hacen chistes de la falta de diversión de esta chica, siempre organizando todo; sí, es tierna, pero su personalidad no termina por hacer simbiosis con la estilización que se le da. Y es que me parece que esto último es otro gran problema, ya que cuenta con prendas increíbles y de grandes diseñadores, como algunos abrigos o chamarras, pero termina por quitarle el protagonismo a estas prendas con todo lo demás con que lo acompaña (en verdad, es demasiado). Para mí un gran ejemplo de ello es el suéter Blumarine con bellos toques de flores y peluche rosa, el cual habría sido un gran protagonista de no ser por la elección de pantalones y boina que, en verdad, la hacían lucir como payaso.

Ahora, me gustaría pasar a otro aspecto negativo sobre esta fantasía hablando de la némesis en estilo de Emily: Camille. Y es que niégame que sus looks son, junto con los de otro personaje del que hablaremos después, los que en realidad envidiamos del show. Aunque claro, ello es evidente ya que Camille es parisina y goza de esa cualidad del effortless chic, en donde menos es más siempre y cuando se acompañe con un labial rojo. En ella, a diferencia de Emily, hace sentido que su guardarropa esté lleno de marcas como Saint Laurent o Celine, ya que su familia es dueña de una empresa de champaña. Sin embargo, aunque ya disminuyeron la constante aparición del logo de Chanel en cada outfit de Emily, aún sigue sin hacer sentido que viva en un departamento diminuto y vista Prada o Louboutin. Lo mismo sucede con Mindy, la amiga rica que no es rica, quien ni siquiera puede pagar el alquiler pero, de algún modo u otro, consigue vestir de Versace. Encima de esto, se nos presenta a Emily como una influencer de la época actual, por ello es que no entiendo cómo es que nunca vemos outfits con sneakers a excepción de cuando hace ejercicio. Patricia Field debería olvidar la época en donde Carrie y sus tacones dominaban el mundo: ¡no hay 2021 sin sneakers!

Pero no todo es tan malo, y para ello quiero que regresemos con Camille y el concepto de effortless, el cual quiere decir que sus looks son creados ‘sin mucho esfuerzo’, traducción: se nota natural y pensado en menos de cinco minutos (con Emily, se siente muy analizado). Su estilo es mucho más actual que el de la protagonista, acompañándose de sneakers, botines en tendencia, blazers oversize o vestidos con cut outs. El outfit del primer capítulo en donde lleva ese blazer militar con hombreras de Balmain y pantalones negros wide leg simplemente me fascina, muy ceñido al estilo francés. Por otro lado, si tenemos un ejemplo de la elegancia parisina, este se encuentra en Sylvie Grateu, quien opta por siluetas estructuradas, monocromía y piezas de marcas como Alaia o Alexandre Vauthier. Cada escena en que ella aparecía se convertía en mi personaje favorito en cuanto a moda, demostrando lo mucho que puede hacerse con, relativamente, poco. Aunque me es difícil reducirme a solo uno, mis looks favoritos de Sylvie son su traje rojo, el blanco que llevó al evento de Chopard (referencia que me encantó) y el mono negro con pashmina de cachemira en el desfile de modas.

Y hablando de referencias, aquella de Rimowa x Pierre Cadault (clara inspiración en Pierre Cardin) me gusta muchísimo, de igual forma que la presentación de su enemigo, quien también es diseñador y, he de admitir, me encanta el look con el que nos lo presentan ya que, ¿qué mejor que ver un abrigo verde maximalista combinado con joyería de Schiaparelli? Me encantaría que él le diera lecciones a Emily sobre los accesorios en tendencia. Sin embargo, aunque todo hasta este momento fuera fabuloso, pareciera que los creadores de esta serie no han visto un desfile de modas ni siquiera en internet ya que, recordemos, el performance de Pierre en la primera temporada fue un desastre. Y lo mismo sucedió con el del enemigo, me pareció ridículo, con intentos muy fallidos de Moschino F/W 2020 y bastante irrespetuoso en realidad. Ni siquiera el teatral John Galliano habría dado esas palabras en pleno inicio de pasarela; simplemente se trató de un momento que en verdad me incomodó bastante.

Y aunque podría seguir comentando sobre más aspectos de esta serie, lo cierto es que seguiría llegando a las mismas conclusiones: esta serie solo es salvada por Camille y Sylvie, ya que su protagonista no solo tiene una personalidad molesta, su estilo también lo es. Me gustaría finalizar con una ironía: sí que me gustó un outfit de Emily, el más effortless de todos porque se trata del blazer de su nuevo novio. Espero que para la siguiente temporada el personaje de Lily Collins se adapte un tanto más al estilo parisino, aunque solo el tiempo lo dirá.

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